Las islas Heard y McDonald: pingüinos, focas y aranceles

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De nuevo, muchas gracias.

Vamos al lío

Existen lugares en nuestro vasto y querido planeta que ni el mapa del móvil es capaz de diseñar una ruta porque es imposible. Pues sí, unos de esos territorios son las islas australianas Heard Y McDonald, y para colmo, ¡acaban de meterse en un lío internacional por culpa de los aranceles de Trump!

Cuando te calientas en exceso es lo que tiene…

Si has estado atento estos días a las noticias, te habrás enterado que el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ha impuesto aranceles «recíprocos» a todas las importaciones llegadas a EE.UU de un mínimo del 10% del valor del producto importado. Es decir, los productos llegados a EEUU deberán pagar un impuesto del 10%. A todos los países, sin excepción alguna, socios y contrincantes, amigos y enemigos, humanos y… no humanos. Y es que estos aranceles han afectado a territorios cuya población se mide por pingüinos y focas, no por humanos, como es el caso de estas islas.

Trump anunció el 2 de abril de 2025 en su «día de la liberación» una especie de guerra comercial a un montón de pingüinos y focas que ni siquiera saben lo que es un arancel. Las islas Heard y McDonald han entrado en el radar internacional y sus habitantes zootópicos parecen que van a sufrir las consecuencias.

¿Qué son estas islas? Un poco de contexto

Un poquito de historia

Estas islas toman los nombres de sus descubridores: el norteamericano John Heard descubrió su isla en 1853 y el también norteamericano William McDonald la descubrió en 1854. Aunque a día de hoy no hay población humana, desde 1855 las personas que vivían en estas islas eran principalmente cazadores de focas que explotaron la isla para la producción de aceite de elefante marino hasta 1877, cuando la población de focas se había diezmado.

Reino Unido reclamó la soberanía de las islas en 1910 para la explotación pesquera de ballenas bajo protesta de Francia al considerar que estos eran territorio francés al estar situadas al sur de los Territorios Australes Franceses. En fin… cosas del imperialismo.

Más tarde, Reino Unido cede la soberanía de las islas a Australia en 1947, con fines científicos cuyo propósito fue estudiar los volcanes, la fauna o el clima y de ser centro neurálgico para el estudio de la Antártida hasta la creación de un centro de investigación en el continente helado.

Finalmente, los australianos han convertido todo el área en una reserva natural protegida y patrimonio de la UNESCO desde 1997. Las reglas para visitar son tan estrictas que solo algunos científicos han frecuentado las islas últimamente.

Otro poquito de geografía

Estas islas están tan alejadas de la civilización que vas a necesitar tirar de Google Maps:

  • Estas islas se encuentran en mitad de la nada. Bueno, concretamente están en el Océano Índico, casi pegados a la Antártida, a 4100km al suroeste de Perth, Australia y a más de 3800km de la isla de Madagascar. Para que te hagas una idea: esas distancias son 3 veces la ruta Madrid París.
  • La isla Heard es la grande del grupo (tampoco te emociones, tiene 368 km²). Su mayor atracción es el Big Ben, un volcán de 2.745 metros que sigue activo y que, básicamente, es la montaña más alta de Australia… aunque esté a miles de kilómetros de Australia.
  • Las islas McDonald son tan pequeñas que vas a necesitar el máximo zoom para encontrarlas. Su territorio apenas llega a 2,5km²; conformada por la isla McDonald —la más grande—, la isla Fiat y Meyer Rock junto otros islotes menores al norte de este archipiélago.
Las islas Heard y McDonald están situadas en el marcador rojo.

Vale, pero, ¿hay algo relevante?

¡Nada! Y este es precisamente el punto más rocambolesco de toda esta historia de aranceles. Trump ha impuesto tasas comerciales a un territorio donde:

  1. No hay literalmente ni un solo habitante humano
  2. No hay ni un solitario puerto
  3. La única «exportación» posible sería algún pingüino o alguna foca decidiera emigrar por voluntad propia

Por otra parte, la fauna local incluye:

  • Pingüinos que viven su mejor vida.
  • Focas que se pasan el día tomando el (poco) sol o nadando.
  • Albatros y otras aves que tienen cero interés en el comercio internacional.
  • Musgo y líquenes que, sorpresa, tampoco exportan nada a los Estados Unidos de América.

Así que bueno, ya has visto que en la actualidad no existe ningún incentivo para imponer aranceles… Principalmente porque no hay nadie que pueda pagarlos a no ser que los estadounidenses acepten cubitos de hielo como divisa.

¿Por qué deberías preocuparte? (O no)

La verdad es que a los pingüinos les da exactamente igual todo esto. Seguirán con sus vidas de pingüinos, ajenos a que se han convertido en daño colateral de una guerra comercial global.

Pero para los humanos, es un recordatorio bastante irónico (y algo gracioso) de cómo las decisiones de las grandes potencias pueden afectar hasta a los rincones más absurdos e inesperados del planeta.

Así que la próxima vez que oigas hablar de políticas «globales» sin excepciones, recuerda que en algún lugar remoto del océano Índico hay pingüinos han sufrido la ira de la guerra comercial desatada por el presidente estadounidense. Y tú que pensabas que la política internacional no podía ser más absurda…

Por tu parte, la próxima vez que necesites un lugar para desconectar totalmente del mundo, ya sabes dónde ir. O quizás no porque estos lugares son inaccesibles para la mayoría de nosotros, homo sapiens. Y quizás sea mejor así. Dejemos que al menos los pingüinos vivan en paz, sin preocuparse de aranceles, tasas ni políticas comerciales, mientras que nosotros, los humanos, seguiremos enredando este rompecabezas que llamamos «economía internacional», expectantes de cómo evoluciona este capítulo arancelario.

Los memes proliferaron tras conocer los aranceles a las islas Heard y McDonald.

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