Piscinas: negocio, urbanismo y desigualdad. El mapa social del verano

«¿Oye, tienes piscina?» Una de las preguntas de tanteo más comunes que surgen en verano. La duda puede ser genuina o tener intereses escondidos; y, además, estas [las piscinas] son objeto de deseo o envidia. Las piscinas, sobre todo las propias y comunitarias privadas, son un símbolo del progreso económico, pero también un símbolo de desigualdad. Por lo tanto, tener piscina es mucho más que darse un chapuzón: es un refrescante privilegio.

Del imperio a la urbanización moderna

Sumergirse en una piscina lleva siendo una actividad humana desde hace siglos. La fijación que tenían los griegos con la higiene y la salud física hicieron proliferar las termas clásicas, las cuales imitaron más tarde los romanos. No es el momento de profundizar en las características técnicas de las termas de la Grecia y la Roma clásica. Simplemente recalcar que más allá del baño, estos espacios presentaban tres dinámicas: la salud económica del Imperio, un esencial en el desarrollo urbanístico de la época y lugar para la reunión social de personas de todo tipo de clases sociales.

Más tarde, después de la desaparición de las termas en la Edad Media, el revival de los balnearios durante el siglo XIX y XX frecuentados por las élites europeas y el balnearismo volvían a presentar las tres características: desarrollo de económico, urbanismo y encuentro social, pero, esta vez, dentro de la clase dominante ejercido como capital social. 

Hoy, aunque siguen existiendo grandes estructuras para el ocio acuático, incluso nuevas formas como son los parques de atracciones acuáticas, la piscina se ha vuelto más íntima, más cerrada. Ya no se trata de lo común, sino de lo exclusivo. Sin embargo, estas piscinas aún son causa y consecuencia de esas tres dimensiones: desarrollo económico, urbanismo y capital social.

Piscinas en contexto: economía, ciudad y pertenencia

Una industria en expansión

Las piscinas están en auge. Es un sector en continuo crecimiento. A nivel agregado, Market Research Future pronostica que el sector de las piscinas alcance los 5,9 mil millones USD en 2025. Europa y América del Norte siguen siendo las regiones donde más avanzado está el sector, aunque la región donde se espera más crecimiento es Asia-Pacífico, gracias al auge de la clase media y la construcción de nuevas infraestructuras de lujo.

En España, el Barómetro Sectorial de la Piscina en España cifró las ganancias del sector en el primer semestre de este año hasta las 1,6 mil millones de €, superiores años anteriores e impulsado por la modernización de las piscinas. Un crecimiento del sector acuático en donde España mantiene tendencias como la reducción del tamaño al igual que Francia. Además, España es un país con una infraestructura piscinera bastante amplia con 1 piscina por cada 35 personas según los datos del Catastro General y la población nacional en 2024.

Fuente: Dirección General del Catastro. Elaboración propia.
habitantes por piscina en cada ccaa
Fuente: Dirección General del Catastro e Instituto Nacional de Estadística. Elaboración propia.

No obstante, este desarrollo del sector va más allá de las cifras. Existen diferencias en el acceso a piscinas y un sistema urbanístico muy marcado que refleja dinámicas políticas y sociales a nivel local y nacional.

El urbanismo del chapuzón y la exclusividad

Si eres joven seguro que conoces a alguien que es socorrista en verano en una urbanización de casas o de pisos, y no es extraño que esa urbanización sea nueva y esté a las afueras. Es una tendencia que los nuevos barrios tengan piscina comunitaria o privada. Nuevos barrios que permiten la construcción de edificios y chalets con piscinas e incluso gimnasios que dejan de ser exclusivos de los barrios más ricos convirtiéndose en algo aspiracional para la clase media.

Ahora bien, que tu amigo tenga o no piscina, además de ser una anécdota, tiene una explicación más profunda de lo que te imaginas. En primer lugar, el clima— evidentemente— las partes más calurosas son las que más piletas tienen: la mayor parte de las piscinas francesas se concentran en las regiones del sur; en EEUU se concentran en los estados de California, Arizona y Florida; en España, la mayor parte de las piscinas se concentran en Andalucía y el litoral mediterráneo. En segundo lugar, el desarrollo de regiones no tan «piscineras» tradicionalmente como Madrid ha hecho que el número de parques de piscinas privadas aumente; democratizando su acceso.

Pero lo más relevante para nuestro caso, es la estructura urbana de nuestras ciudades y piscinas. Centrándonos en España, el auge del parque de piscinas, así como su crecimiento económico, es gracias a la expansión de la ciudad difusa. Esa periferia no tan lejos del centro pero suficientemente alejada para constituir una población distinta: Illescas, Cuarte de Huerva, Rivas-Vaciamadrid, Sant Cugat del Vallès… Estas y muchas otras zonas son propicias para construir viviendas con instalaciones modernas, entre ellas piscina.

vista aerea rivas-vaciamadrid
Imagen aérea de Rivas-Vaciamadrid, Madrid con Google Earth

El periodista Jorge López Dioni analiza en su libro «La España de las piscinas» cómo el éxito del partido Ciudadanos en abril de 2019 y su posterior debacle junto con el auge de Vox tenían una explicación en base al lugar. Según su tesis, estas zonas residenciales han creado una identidad de pertenencia —al igual que las ciudades-dormitorios en su día crearon cinturones de voto obrero— han sido colonizadas por personas y familias de clase media cuya aspiración de tener una vivienda unifamiliar o bloques novísimos con instalaciones y servicios, prefieren generalmente una moderación política y/o menos implicación en ella.

Al final, estos residentes trasladan sus puntos de reunión de las plazas y los parques a los jardines con piscina. Urbanismo, consumo e ideología se cruzan en este traslado del entorno social alienta a crear una nueva clase homogénea o como explica el autor:

«Los puntos de encuentro suelen ser privados, y, por tanto, con el acceso segregado por renta o aspecto, lo que provoca que el espacio compartido también sea homogéneo. La vivienda unifamiliar provoca llegar a la conclusión de que todo el mundo se parece a uno mismo»

La piscina como frontera social

Tener piscina no es solo cuestión de comodidad o clima: también es una forma de marcar pertenencia. No cualquiera entra. La piscina —ya sea privada, comunitaria o incluso pública— ha funcionado históricamente como espacio de socialización restringida (como hemos visto en el caso de los balnearios), donde se consolidan las redes y las diferencias. Estos bienes, se pueden calificar como bienes de club, son bienes privados pero comunes a tus «iguales».

Otro ejemplo histórico. Estados Unidos pasó de tener una segregación de género a pasar a una segregación racial. No fue hasta la época de los derechos civiles en los 60s cuando esta segregación desapareció en el papel, aunque no de facto. Cuando desapareció la segregación en piscinas públicas, los bañistas blancos optaron por trasladarse a clubes privados apartando de nuevo a los afroamericanos. Por suerte, hoy en día esa discriminación ha desaparecido, pero la ubicación, el mantenimiento y la calidad de las piscinas (públicas) aún tienen mucho que decir sobre divisiones de clase, raza y prioridad institucional.

Pulsera de socio/vecino por favor

Aquí en España también ocurre algo similar. Piénsalo bien, prefieres bañarte en tu piscina que en la municipal, y si tienes amigos sin piscina por comodidad les vas a invitar a tu piscina. López justifica esta realidad como un sistema que promueve el individualismo y un acceso más cerrado, respecto al acceso abierto de las piscinas municipales o clubes con membresía. 

Sin embargo, este diagnóstico no debe quedarse en una crítica vacía. Las piscinas privadas —ya sean comunitarias o individuales—, han contribuido a mejorar el bienestar de muchas familias, especialmente en zonas donde las temperaturas son altas en verano o donde la oferta pública es limitada. Además, generan empleo estacional, revalorizan las viviendas y forman parte del imaginario de progreso personal de las familias.

Ahora bien, centrar el debate únicamente en el auge privado, sin atender y fortalecer las instalaciones municipales, puede alimentar su abandono y desprestigio. Hay margen de acción: mejorar las piscinas públicas, adaptarlas a las necesidades reales de los vecinos, dinamizarlas con actividades culturales o deportivas y hacerlas deseables para el público. No se trata de enfrentar modelos, sino de que ambos se complementen satisfacer las personas.

Reflexiones sobre chapuzones venideros

Naturalmente, hay muchas otras aristas que aquí solo se rozan. Aunque nos hemos centrado en España, no podemos ignorar realidades como la de Ciudad del Cabo, Buenos Aires o São Paulo, donde el acceso al agua —y por tanto, a las piscinas— es un reflejo cruel de la desigualdad urbana. Tampoco caben aquí debates urgentes como el impacto ecológico del urbanismo disperso o la presión hídrica en zonas donde el agua empieza a escasear.

Vista aérea de las desigualdades entre dos zonas de Tanzania. Fuente: Johnny Miller https://unequalscenes.com/tanzania

Por último, conviene recalcar que poder disfrutar de forma recreativa del agua es un placer que mejora el bienestar individual y colectivo, aunque, desgraciadamente, no todos se pueden permitir. Un privilegio. Para concluir, quisiera compartir una cita del artículo «De chaparrones, piscinas y mares: Pensar juntas sobre placer y antropología» de Guilló Arakistain y Muelas de Ayala —reconozco que sacada casi del azar, sobre un tema bastante distinto al artículo tratado—, donde se expresa de forma certera el acto de bañarse e invita a reflexionar sobre la fortuna que es poder darse un chapuzón:

«Es una de las explicaciones más loables y hermosas que podemos encontrar para expresar los distintos placeres relativos al agua, a sumergirnos, mezclarnos, zambullirnos, flotar, mirar o estar rodeadas de agua.»

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